martes, 5 de mayo de 2009

Sobre la APOLOGÍA

Pensamos que, prácticamente, no existe. Sería apología, en todo caso, decir: "Gente, consuman drogas, háganlo!". Pero por supuesto que no vamos a hacer eso. Lo que nos motiva es el deseo de informar y de compartir a viva voz el amor por las cosas que nos gustan.
Nos parece una idea demasiado conservadora el pensar que hablar de drogas, que no callar que las consumimos, sea apología. Informar, compartir, respetar. Eso es lo que se hace en "No es apología".

Información es Libertad

El consumidor de drogas podría ser un ciudadano más, si no fuera por la marginalidad y la estigmatización de que la sociedad lo ha hecho objeto. Hoy el consumidor es un delincuente, que roba, violenta e incluso asesina para financiar su placer. Perdón, “su enfermedad”. A vos, drogón, que no te sentís identificado con esta representación que los medios y los prohibicionistas diseminan desde hace décadas, a vos te decimos que no te tenés que callar más, que los equivocados son ellos, no vos.
“No es Apología” nace gracias a este prohibicionismo, que con sus reiteradas mentiras ha sobrepasado el límite de lo tolerable. Sabemos que la legalización de todas las drogas es un horizonte tan lejano que, directamente, es imposible de ver, pero mucho más sabemos que es lo único capaz de terminar con el narcotráfico.
La prohibición que, cómo iba a ser de otra manera, se originó en Estados Unidos en los años ’20, dio como resultado el narcotráfico. Así como la Ley Seca dio lugar al surgimiento de Al Capone y de toda la mafia traficante de alcohol, lo mismo sucede con las drogas. En Argentina, desde la implementación de la llamada Ley de Drogas (Ley 23.737) el consumo y la venta no han hecho más que acrecentarse año tras año.
El uso de sustancias, ya sea para la elevación espiritual o con fines puramente recreativos, es algo que existe desde tiempos inmemoriales, desde mucho antes de que existiera, incluso, lo que llamamos “civilización”. Lo que sucedió desde que estas sustancias son ilegales es sabido por todos. La ilegalidad no sólo hace que los precios suban y la calidad baje, también hace que los grandes narcos compren islas caribeñas, acumulen cantidades de dinero imposibles de contabilizar, y que, en medio de todo este proceso, en la fabricación, en el transporte y en la distribución mueran miles o millones de personas. Y nunca un narco, siempre un pobre. Y esto sin contar que nuestras cárceles están rebalsadas de consumidores y de “mulas”, las personas que se utilizan para el transporte. Pero narcos presos, ninguno. O muy, muy pocos.
Alguno se podrá preguntar, ¿para qué legalizar algo que es nocivo para la salud? Esta pregunta se puede responder de dos maneras: por un lado, el mercado está saturado de sustancias nocivas para la salud: el alcohol, el tabaco, los psicofármacos, el café. Comer en exceso también atenta contra la calidad de vida y, sin embargo, no lo pueden prohibir. La marihuana, por ejemplo, que es la “droga” de consumo más extendido, tanto que en ocasiones está naturalizado por personas que no la consumen, representa para la salud perjuicios mínimos, si se la compara con el alcohol o el tabaco.
La segunda respuesta es más de corte filosófico, si se quiere. La única posesión que tenemos al llegar al mundo, y la única que tendremos cuando nos vayamos, la única inalienable e irrenunciable posesión, es nuestro cuerpo. Y la verdad es que el cuerpo es sensible al placer, le gusta. Si la ley no nos deja disponer de nuestro cuerpo, tenemos que gritar. Y no estamos gritando. La Constitución Nacional, en el artículo 19, nos da la razón, diciendo que “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”. En esto se están basando algunos miembros de la Suprema Corte para modificar la ley 23.737, y eliminar así las penas por tenencia para consumo personal.